jueves, 2 de abril de 2009

Remembranzas de un viejo pescador


Matías Izaguirre
“Mira flaco, hablar de Chimbote es volver a descubrirlo. Ya ha entrado a la mayoría de edad. Es una ciudad moderna, con problemas mucho más grandes que cuando era solo puerto pesquero, o -remontándonos más aun- cuando era una pequeña caleta de pescadores que de seguro tenía un mejor ambiente, donde todo era muy saludable, seguro…”, empezó diciéndome Juan, un viejo amigo que de joven fue pescador, cuando le pedí su opinión sobre la actual situación de Chimbote.

Caminamos alrededor del Mercado Modelo, por la sétima cuadra de Leoncio Prado. Eran las once de la mañana del pasado viernes. Los rayos del sol eran fuertes y todos los negocios estaban abiertos. Se escuchaba la música de las tiendas de artefactos para el hogar y los altoparlantes de las tiendas de ropa y de venta de cidís. Era un ruido estridente; con los motores de los vehículos surgía un torbellino que nos golpeaba el tímpano constantemente, obligándonos a hablar en voz alta para poder escucharnos.

Es la contaminación acústica que se da sin ningún control todos los días, pensé.

¿Ves?, prosiguió Juan, antes no se escuchaba todo este ruido, los negocios eran más pequeños y no tenían que anunciar sus productos de esa manera. Había más tranquilidad. Cuando llegué de Ascope, en 1962, fui a vivir a Miramar con uno de mis tíos. Por ahí te conocí, cuando eras chibolito, ¿te acuerdas?...

¡Claro!, confirmé yo. Una vez nos fuimos a pescar en una chalana por el 27 de Octubre. Pescamos bastante sardina. La trajimos a vender al Modelo pero nadie nos compró. Dejamos el balay lleno en el basural de la esquina de Ruiz y Espinar...

Ja, ja, ja, movió afirmativamente la cabeza. Ahora el centro ha crecido, es moderno. Sus calles cuentan con luminarias por las noches y tiene una Plaza Mayor pavimentada. La que conocimos era de tierra polvorienta, igual que todas las calles.

Sí. Vamos allá al frente, prosiguió, dirigiendo la mirada hacia el mar.

¿Ves como está? Ya no están los muelles donde antes pescábamos a cordel. La ramada donde descargaban los botes de pescado para el mercado, la hermosa playa donde todo el mundo se bañaba en sus aguas cristalinas… ¡Hoy todo es una mierda! Desde que rellenaron el Cerro Colorado -frente al hospital- para hacer el muelle de Siderperú, el agua ya no olea como antes, todo se ha enlagunado para acá, trayendo la suciedad del desagüe de la ciudad. Antes las olas corrían hacia la bocana, por ahí salían hacia afuera, la playa era limpiecita…

¿Y las pesqueras?, traté de sacarle la lengua.

Las pesqueras nos daban chamba a todos, pero el humo de sus chimeneas ha ensuciado el aire. Hay muchos enfermos de los bronquios, de asma y de alergias. Un día fui a visitar a unos compadres que viven en la Florida y los encontré llorando a causa del humo. Tenían los ojos rojos. Una nietecita que vive con ellos tosía a cada rato. El médico les ha dicho que tiene alergia, la cosa se ha puesto fea.

Cuando se instalaron las fábricas se vivía una época de desarrollo económico, traté de anotar… Sí pues, había trabajo; ¿pero quienes ganaron más? ¡Los que invierten!... Para la población (los pesqueros) no dejaron nada, tampoco compensación por el perjuicio que causaron al medio ambiente. Así me explica mi hijo que estudia para ingeniero civil, señala Juan, convencido. Las autoridades nunca han hecho nada para evitar que esto ocurra; al contrario, lo han entregado todo fácil a los dueños de las fábricas. Fíjate que hasta sacaron del cargo a un alcalde que se opuso a que una empresa japonesa instalara su fábrica en Miramar. Los dueños de la empresa se fueron a Lima, se quejaron ante el gobierno y éste destituyó al alcalde. Desde ahí se fregó todo. Chimbote creció, se formaron nuevos barrios donde todavía estamos respirando tierra porque las calles aún no están pavimentadas. El polvo también nos afecta, nos hace estornudar mucho…

Ya eran las dos de la tarde y nos encontrábamos en El Progreso, en el Puente Gálvez. Percibíamos el olor de los desperdicios putrefactos, provenientes de los comerciantes.

Y ahora esto, dijo frunciendo la nariz, toda esta pestilencia es el resultado del crecimiento de la ciudad. Han pasado tantos años y tantos alcaldes. Ninguno se preocupó de crear un sistema de procesamiento de la basura. Aquí hay plata. La basura se puede convertir en abono para la agricultura. Los políticos nunca tienen mejor visión que la de llenarse los bolsillos coimeando, mientras toda la población sufre las consecuencias, concluyó Juan, dejando notar en su rostro cierta tristeza.

Nos despedimos con un fuerte abrazo. Abordó una combi rumbo a La Unión, donde vive con su familia. Me quedé pensativo ante tan claras convicciones de Juan, mi viejo amigo pescador. Es un hombre, franco y sincero, me dije a mí mismo. Dirigí la vista hacia el Cerro de la Paz y noté que la chimenea de Siderperú ya no humeaba. Será seguramente porque no hay producción de fierro, pensé, mientras me dirigía a mi casa…

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